Hay algunos que se han empeñado en hacernos creer que México es un país destinado a la mediocridad. Los absurdos comparativos con otros países, que al igual que el nuestro, tienen sus propias peculiaridades por las cuales preocuparse; y las leyendas urbanas como la del «cuento del cangrejo», nos dan cuenta de una narrativa que no hace justicia en lo más mínimo al pueblo mexicano.
Sin lugar a duda tenemos muchos problemas de los cuales preocuparnos, algunos mas graves que otros, pero en la realidad no son más que ese conjunto de peculiaridades que distinguen a las sociedades, por el contexto histórico, geográfico y político en el cual les toca desarrollarse. En este mundo, cada individuo y sociedad tiene sus vicios y virtudes, ambas tan valiosas y específicas que dan cuenta de la pluralidad y multiculturalidad de la humanidad, cada una definida por las circunstancias que les ha tocado vivir.
Sin caer en el discurso patriotero, el mexicano se ha sabido construir un lugar en la historia del mundo. Viajando algunos siglos atrás, estás tierras han sido testigos del nacimiento y florecimiento de grandes culturas precolombinas y sus descubrimientos. En el siglo 17, se impulsaría uno de los grandes movimientos libertarios que pretendía construir una sociedad más igualitaria, impulsados por las ideas del renacimiento y que darían como resultado el nacimiento de nuestra nación como la conocemos actualmente; así mismo surgirían cambios políticos que darían origen al estado laico y se ganaría terreno en la conquista de derechos fundamentales que muchos otros países siguen padeciendo hasta nuestros días. Ya en la era moderna, México sería cuna del primer movimiento social que pretendía nuevamente modificar el «status quo» y dar paso a una nueva era de conquistas sociales con la llamada Revolución Mexicana. Seríamos testigos de la primer constitución social en el mundo, la de 1917 y años después la primer repartición de tierras.
Décadas después, en medio del fortalecimiento del fascismo en el mundo, México sería el único país en protestar por la anexión de Austria al «Tercer Reich», sería México uno de los pocos países que apoyaría a la Segunda República Española, daría cobijo a miles de niños refugiados y no reconocería al Gobierno de Francisco Franco durante 30 años.
México se opondría enérgicamente al bloqueo y embargo económico de Cuba en los años 60 y sería el único país de la OEA en negarse en romper relaciones con la isla en 1964. Ya un poco más reciente, México se negaría en respaldar la brutal invasión del ejército norteamericano a Irak en el 2003. Tan solo por poner uno de muchos ejemplos de la tradición diplomática de nuestro país.
México será cuna del nacimiento de expresiones artísticas como el muralismo; cuna de mujeres y hombres con grandes cualidades artísticas.
México vería nacer expresiones sociales de gran importancia, como el movimiento estudiantil de 1968, pasando por las expresiones armadas como la de Lucio Cabañas y finalizando en la consolidación del movimiento social del EZLN, que se oponía enérgicamente a la consolidación del saqueo de nuestros pueblos a través de lo que los tecnócratas llamaban el «libre mercado». Todas estas expresiones tan importantes, con exigencias profundas y únicas en el mundo, y si, con finales muy dolorosos.
Más recientemente la tradición de la sociedad mexicana, que desde hace algunas décadas, se ha organizado para hacer frente ante las desgracias naturales, ante la pasividad de los gobiernos en turno.
Podríamos pasarnos escribiendo líneas de miles de ejemplos de grandes expresiones de genialidad, autenticidad y nobleza de nuestra sociedad, tan así que podríamos eclipsar la enorme cantidad de mala publicidad que algunos han construido de nuestra nación.
Como comentaba en un principio, existen problemas de los cuales tenemos que preocuparnos, algunos muy graves, pero existen razones de sobra para sentirse orgullosos de pertenecer a una gran nación.
¡Viva México!
